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miércoles, 14 de diciembre de 2011

No te Detengas

Nota exportada de Senderos de Vida

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No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños. No te dejes vencer por el desaliento.

No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que es casi un deber.

No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.

Pase lo que pase nuestra esencia está intacta. Somos seres llenos de pasión.

La vida es desierto y oasis.

Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia.

Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa: tú puedes aportar una estrofa.

No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre.

No caigas en el peor de los errores: el silencio. La mayoría vive en un silencio espantoso. No te resignes. Huye.

Valora la belleza de las cosas simples. Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas, pero no podemos remar en contra de nosotros mismos. Eso transforma la vida en un infierno.

Disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante. Vívela intensamente, sin mediocridad. Piensa que en ti está el futuro y encara la tarea con orgullo y sin miedo.

Aprende de quienes puedan enseñarte. La sociedad de hoy somos nosotros: Los "poetas vivos".

No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas...

 

- Walt Whitman -

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jueves, 1 de diciembre de 2011

Quien Muere… Pablo Neruda

Nota exportada de Senderos de Vida

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Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.
Muere lentamente quien hace de la televisión su gurú. Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las íes a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.
Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.
Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo.
Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.
Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante.
Muere lentamente, quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no pregunta de un asunto que desconoce o no responde cuando le indagan sobre algo que sabe.

Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar.
Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad.

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martes, 29 de noviembre de 2011

Los beneficios de andar descalzos

Nota exportada de Senderos de Vida

 

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Por motivos climáticos y culturales, debemos proteger nuestros pies aislándolos del suelo. Pero muchas veces, por no decir siempre, nos olvidamos de darles un tiempo de libertad, estar descalzos, ya que no es bastante que estén libres mientras dormimos, conviene de vez en cuando,caminar sin calzado.
La planta del pie es una de las regiones corporales que más terminaciones nerviosas tiene en comunicación con el resto del organismo. Por eso cuando andamos descalzos se estimula el normal funcionamiento de diversos órganos, especialmente de la región abdominal, intestinos y vejiga y se tonifica el sistema nervioso, también se estimula la circulación sanguínea, activándose la gran red venosa de la planta del pie.
Y si la caminata se hace sobre, por ejemplo, pasto húmedo, agua de río o mar, o sobre baldosas húmedas, todavía es más enérgica la activación nerviosa y circulatoria, pues imitaría una práctica de hidromasaje.
Es también sumamente aconsejable el caminar sobre arena o césped, por el benéfico contacto con la madre tierra y es muy sencillo de realizar pues en cualquier momento nos encontramos en algún lugar: plaza, camping, country etc., donde poder hacerlo.
También es sumamente aconsejable el quitarse los zapatos al llegar a casa y calzarse con pantuflas o zapatillas suaves y ligeras. De este modo dejamos afuera tanto la suciedad de las calles como las preocupaciones y las prisas. Los pies lo agradecerán, al igual que la mente, ya que se sentirán más libres.
Otro detalle para tener en cuenta es el cuidado de los pies, después del lavado diario. Son aconsejables unos pequeños masajes, especialmente con aceites vegetales combinados con aceites esenciales, o los baños específicos de pies, adicionando al agua, por ej.: Fangoterapia de arcilla con hierbas, indicadas para relajar los pies cansados, y complementadas con sal de guatrache.
No olvidar tampoco que es necesario, luego de un día donde se ha estado mucho tiempo sentado, o parado, el acostarse llevantando las piernas y haciendo ejercicios de rotación de los pies, para mejorar la circulación.
Son pequeños detalles los acá descriptos, que les pueden deparar grandes beneficios, si se llevan a la práctica habitualmente y con regularidad, o por los menos lo más seguido que vuestro tiempo y ganas les dediquen.

 

- Beatriz Prodan -

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lunes, 12 de septiembre de 2011

Vencer el Miedo

Nota Exportada de Senderos de Vida

 

Dos hombres fueron condenados. La sentencia consistía en que en un día determinado, en veinte años, serían torturados lentamente hasta la muerte.

Al escuchar la sentencia, el más joven se retorció de la pena y del dolor, y a partir de ese día, cayó en una   profunda depresión. "¿Para qué vivir?" se preguntaba, "si de todas maneras van a arrebatarme la vida, y de una manera inconcebiblemente terrible?"


Desde ese día nunca fue el mismo. Cuando alguno de sus cercanos, compadecido por su estado, le ofrecía apoyo para tratar de alegrarlo, respondía rencorosamente diciendo: - Claro, como tú no tienes que cargar mis penas, todo te parece fácil.
En otras ocasiones también replicaba: - Tú no sabes lo que sufro, no es posible que me entiendas...
Y, a veces, alegaba en voz alta: - ¿Para qué me esfuerzo? Si de todas formas...

Y así, poco a poco, el hombre se fue encerrando en su   amarga soledad y murió mucho antes de que se cumpliera   el plazo de los veinte años.

El otro hombre, al escuchar la sentencia, se asustó y se impresionó, sin embargo a los pocos días resolvió que, como sus días estaban contados, los disfrutaría.
Con frecuencia afirmaba: - No voy a anticipar el dolor y el miedo empezando a sufrir desde ahora.
Otras veces decía: - Voy a agradecer con intensidad cada día que me quede.
Y, en vez de alejarse de los demás, decidió acercarse y disfrutar a los suyos, para sembrar en ellos lo mejor de sí.

Cuando alguien le mencionaba su condena, respondía en broma:- Ellos me condenaron, yo no me voy a condenar sufriendo anticipadamente y, por ahora, estoy vivo.

Fue así que, paulatinamente, se convirtió en un hombre sabio y sencillo, conocido por su alegría y su espíritu de servicio. Tanto, que mucho antes de los veinte años, le fue perdonada su condena.

El 99% de tus miedos no se realizarán. Cree en tu fuerza, disfruta la libertad de ser feliz. La verdadera libertad no está en lo que haces, sino en la forma como eliges vivir lo que haces, y sólo a ti te pertenece tal facultad.

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domingo, 4 de septiembre de 2011

Las 4 Noble Verdades de Jordi Santandreu Lorite

Texto exportado de Senderos de Vida

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El budismo es una de las mayores religiones del mundo, con alrededor de 350 millones de seguidores, de acuerdo con algunas fuentes. La mayor concentración de fieles está localizada en países del centro, del este y del sudeste asiático (Indochina, Tibet, Nepal, China, Japón, Corea y Ceilán), aunque en Europa y en América se encuentra en franco crecimiento. Incluso la Iglesia católica ha reconocido públicamente el aumento del número de personas que se acercan a esta tradición, “síntoma del malestar que existe en las sociedades de Europa Occidental y que hace tan atractiva la espiritualidad oriental”.

Pero, ¿por qué será que el budismo nos atrae tanto? Por un lado, es natural sentir curiosidad por una tradición cultural tan diferente y exótica: los llamativos rasgos orientales, las túnicas naranjas de los monjes, las majestuosas estatuas doradas del Buda, los templos decorados con lienzos de multitud de colores o el extraordinario misticismo de los Himalayas o del río Ganges. Además, este interés está alimentado por la influencia de la información que nos llega con cada vez más frecuencia y a través de diferentes medios, incluido el cine, con películas tan conocidas como Siete años en el Tibet o Kundun. También es realmente impresionante el papel del Dalai Lama, que está realizando un gran esfuerzo por divulgar las enseñanzas del Buda en todo el mundo. Por otro lado, la ocupación China del Tibet, una de las grandes sedes del budismo y patria del Dalai Lama, ha provocado no sólo el interés sino también la solidaridad de la sociedad occidental.

Sin ninguna duda, otro de los motivos por los que el budismo ha sido tan bien acogido entre nosotros, tal vez el más importante, es porque responde a un vacío existencial presente en el interior de todos nosotros. Puede tratarse de una búsqueda intelectual con el fin de conocer los aspectos teóricos de la doctrina, puede responder a la voluntad de profundizar y aplicar las enseñanzas del Buda o puede ser que nos acerquemos al budismo para comprender y superar un momento de inestabilidad psicológica, la pérdida de un ser querido o algún revés de los muchos que la vida nos tiene reservados.
El budismo es una doctrina eminentemente práctica, en la que predomina el razonamiento lógico y la experiencia personal sobre el dogmatismo ciego que caracteriza a algunos credos. No postula la existencia de un dios, sino que se preocupa, sobre todo, en mostrar el camino que conduce a la superación del sufrimiento humano.
Uno de los principios budistas más elementales sostiene que en la vida nos vamos a encontrar, tanto si queremos como si no, cara a cara con el sufrimiento, palabra a la que dan un significado muy amplio y que se extiende desde una simple incomodidad hasta la misma muerte, incluyendo la aversión, la frustración, la ansiedad, el dolor y otros estados físicos y mentales que nos provocan algún tipo de malestar.
Además del dolor que podamos sentir directamente en nuestro cuerpo o en nuestra mente, existe lo que denominan el “sufrimiento del cambio”, que afecta a las personas que depositan su felicidad en el consumo de bienes y servicios que atañen a los sentidos, o en la satisfacción que obtienen al ser reconocidas o al imponer su voluntad.

El problema de basar nuestra felicidad en este tipo de cosas, es que tras la fase del enamoramiento, tras el entusiasmo inicial que nos despiertan las cosas nuevas y excitantes, los objetos de nuestro deseo suelen perder su gracia con relativa facilidad y pronto dejan de interesarnos o incluso pasamos a rechazarlos. Tras esta decepción, nace el deseo de un nuevo y apasionante objeto, capaz de proporcionarnos, como mínimo, la misma intensidad de placer. Y así, vamos cambiando constantemente de objeto en un ciclo interminable, que oscila entre el momento del encantamiento inicial y el desengaño posterior.
Para el budismo existe, además, un tercer tipo de sufrimiento, de naturaleza latente, omnipresente, inherente al hecho de vivir y que perdura, por lo tanto, desde que nacemos hasta que morimos. La definición de este tipo de sufrimiento es más compleja, pero está relacionada con la falta de libertad a la que estamos sometidos desde el momento en el que tomamos conciencia de pertenecer a este mundo: aquí nos encontramos y nos vemos fatalmente inclinados a luchar por sobrevivir, pase lo que pase.

En cierto sentido, este tipo de sufrimiento también está relacionado con nuestra naturaleza dependiente: desde el momento de la gestación dependemos de un conjunto de elementos que proceden del exterior, de nuestro entorno, sin los que la vida no sería posible o no sería tan fácil y cómoda como lo es ahora. Existen cosas que son absolutamente imprescindibles y cuya carencia nos provoca arduos sufrimientos e incluso nos lleva directos al más allá: los alimentos, el agua, el oxígeno y el calor. Necesitamos además construir edificios en donde protegernos de la intemperie, vehículos para desplazarnos, también cierta educación y una preparación específica para desarrollar una actividad profesional, el teléfono e internet para comunicarnos y obtener información y un sinfín de artefactos y servicios que aunque no son imprescindibles para mantener nuestras funciones vitales, son necesarios para desenvolvernos con cierta libertad y seguridad en la sociedad contemporánea.
Para conseguir y mantener la mayoría de estas cosas tenemos que trabajar, que realizar un esfuerzo continuado durante años y años para pagar las facturas, los impuestos, la gasolina, el colegio de los niños, las vacaciones, etc. Incluso en Occidente, donde gozamos del privilegio de poseer amplios recursos, una economía aventajada y numerosos avances tecnológicos, no dejamos de estar obligados a saciar aun las necesidades más elementales de nuestro cuerpo.
Esta dependencia puede ser interpretada como una pesada carga de la que no nos podemos liberar y, consecuentemente, un elemento más que contribuye a la insatisfacción inherente a la condición humana.

 

La causa reside en el excesivo apego hacia las personas y hacia las cosas.
Es frecuente entre las personas, y hasta cierto punto natural, desear mejorar la propia situación y la de quienes nos son más queridos: mejorar en el trabajo o en los estudios, tener más dinero, un automóvil mayor o más veloz, un cuerpo más bello y saludable o disfrutar de una vida social floreciente. Sin embargo, también es cierto que la gran mayoría de nosotros nunca está satisfecha con lo que tiene, no importa lo que ya hayamos conseguido. Siempre queremos más y nos resulta extremadamente difícil mantenernos firmes y resolutos ante la tentación de perseguir siempre un poco más. Cuanto más dinero tenemos, más gastamos; Además, solemos pensar muy a menudo: “si tuviera esto... sería mejor”. A veces pasamos las noches en vela repasando mentalmente una y otra vez, todo un conjunto de historias relacionadas con el objeto que nos provoca el deseo o la aversión, después pasamos el día ausentes, ansiosos, se nos va el apetito y el buen humor.
Y, ¿qué sucede cuando conseguimos aquello que más anhelamos? Es evidente que en muchos casos se trata de mejoras objetivamente positivas: un empleo, una relación amorosa (que no es lo mismo que un flirteo), alcanzamos una mayor estabilidad emocional o un cuerpo sano. Pero muy a menudo, las aspiraciones que tenemos son tan superfluas que, en la práctica, alcanzarlas no representa ningún cambio significativo en nuestras vidas, tan sólo se trata de la pura satisfacción de nuestro ego. En estos casos, tras el éxtasis inicial todo suele volver a la normalidad e incluso al tedio, más tarde o más temprano.

En algunas ocasiones, nos apegamos a cosas realmente insignificantes, pequeñas e intrascendentes. Pero pueden ser tantas, al mismo tiempo o una detrás de otra, que acaban por esclavizarnos. En otros casos, el apego es tan intenso o está tan arraigado, que apenas nos damos cuenta tras mucho tiempo alimentándolo o incluso nunca.
¿Y si no alcanzamos el objeto de nuestro deseo? ¡Cuántos suspiros de desesperación llegamos a lanzar! Entonces deviene la frustración, el desengaño, nos enfadamos y a menudo lo exteriorizamos catastróficamente sobre la primera persona que se nos cruza por el camino, que se lleva las consecuencias de nuestra ignorancia. Después nos arrepentimos, nos avergonzamos y nos sentimos culpables por no haber controlado la ira. Es frecuente sentirse deprimido y pensar que somos dramáticamente incapaces de alcanzar la felicidad que siempre se nos escapa de las manos. Es relativamente frecuente, también, recurrir a métodos poco éticos, como el robo, el fraude, la extorsión, el abuso de los recursos naturales o la guerra, como forma de conseguir más poder o mantener el que poseemos.
En definitiva, esta dinámica: deseo-insatisfacción-deseo, es extra-ordinariamente común en el ser humano y fuente de la mayor parte de los conflictos en y entre las personas. Por otro lado, la gasolina que pone en funcionamiento este ciclo es el egoísmo, producto del apego a nociones tales como yo o mío.

Antes incluso que el apego por los objetos materiales, se desarrolla en nosotros el sentido de la individualidad, el cual surge, de hecho, en algún momento de nuestra infancia, cuando empezamos a pensar en nosotros como seres autónomos, entidades permanentes con derechos propios. A partir de ahí, generamos un fuerte apego por nuestro cuerpo, por nuestros gustos y preferencias y actuamos en función de ello, considerando a los otros, en ocasiones, como competidores e incluso enemigos a los que pasamos a temer, envidiar o recelar.
La identificación de nuestras preferencias como lo más importante, por encima de las de los demás y el menosprecio de valores como la solidaridad, la generosidad, el apoyo a los más desfavorecidos o la conservación del medio ambiente, nos empuja con intensidad al deseo de obtener aquello que nos satisface. Una vez nos apegamos al deseo se reanuda el ciclo que nos conduce a la ansiedad, a la frustración, al orgullo y a otras emociones que nos causan insatisfacción a nosotros y a quienes nos rodean.

 

¡El sufrimiento puede extinguirse!
Las enseñanzas de Buda no acabaron aquí, ¡ni mucho menos! No sólo nos mostró la naturaleza del sufrimiento humano, sino que nos aseguró que existe un método para liberarnos de él o, como mínimo, para reducir sus efectos. Es más, ese mismo método es el que conduce a la meta más trascendental, a la realidad última, a descubrir la verdadera naturaleza de la mente y el sentido auténtico de la vida.
En primer lugar, la doctrina budista nos anima a comprender que todo aquello a lo que nos apegamos posee una naturaleza tan cambiante que incluso podemos considerar, en cierto sentido, que carece de una existencia real. Por ejemplo, cuando estamos enfadados con alguien, esta persona nos parece un ser horrible, insoportable y demoníaco. Pensamos que su naturaleza verdadera es ésa, y lo que alimenta nuestra impaciencia por vernos libre de ella. Pero puede suceder que, por algún motivo en particular o porque simplemente nos hemos olvidado del asunto, esa persona parezca totalmente distinta, encantadora, simpática y definitivamente agradable.
Tras un análisis adecuado, podemos ver que ningún objeto posee un valor objetivo en sí mismo, somos nosotros quienes se lo damos, de acuerdo con nuestra percepción en ese momento determinado. De acuerdo con este razonamiento, si los objetos sobre los que desarrollamos el deseo o la aversión carecen de una existencia consistente, real, no tendrá sentido inquietarnos o enojarnos por su causa.
Una vez comprendido esto, nos resultará más fácil dar el segundo paso, esto es, erradicar el sufrimiento allí donde se origina, en la mente. Cuando abandonamos la tendencia a aferrarnos al deseo, a la ambición, a los pensamientos y a las emociones negativas, nos estaremos liberando del sufrimiento en su fuente.

 

Cómo liberarnos del sufrimiento
Sidharta Gautama, Buda, estableció un total de ocho requisitos, como colofón final a todo este razonamiento, imprescindibles para quien desea alcanzar la verdadera paz y dicha interiores y liberarse así de toda aflicción. Son muy sencillos, en realidad, ¡pero qué difíciles de seguir! Estos consejos se pueden agrupar en tres grandes categorías: el grupo de la sabiduría, el de la virtud y el de la concentración.

La sabiduría implica un esfuerzo consciente y consistente por adquirir una visión profunda de las dinámicas internas que rigen nuestra vida y la relación que tenemos con el entorno físico y con las personas de nuestro alrededor. Significa interesarse por cuestiones que atañen al mundo interior, a la ética humana y a la sabiduría espiritual. La sabiduría también está relacionada con la práctica de la generosidad, la compasión, la alegría de vivir y la serenidad frente a cualquier circunstancia.

En el grupo de la virtud, Buda insistió en la necesidad de expresarnos de un modo sincero, afectuoso, claro y positivo. Se incluye también aquí una ética de comportamiento básica, que incluye no matar, no robar y no causar daño a los demás. Aunque sobre todo se trata de mantener una actitud interna o una motivación positiva, sincera, pacífica, conciliadora y compasiva, hagamos lo que hagamos. Asimismo, propone que nos esforcemos por tener un modo de vida digno.

El tercer grupo, el de la concentración, se basa en tres realidades básicas: en primer lugar, en la importancia de mantener una vida activa, dinámica y equilibrada, sin excedernos en ningún caso. Hace especial hincapié en mantenernos constantemente alerta para prevenir y eliminar los estados mentales nocivos, como el deseo, el odio, la ansiedad, la pereza o la duda, así como para desarrollar resueltamente y mantener aquellos estados positivos, como la paz interior, la claridad mental, la confianza, el optimismo, la alegría y la cordialidad.
En segundo lugar, todavía en el grupo de la concentración, el Buda insistió en el hecho de permanecer atentos, de manera objetiva y desapegada, a los pensamientos y a las emociones que generamos, a las sensaciones del cuerpo, a lo que estamos haciendo en cada momento, atentos a lo que nos están diciendo y atentos a no dejarnos engañar por las apariencias.
Finalmente, en este último apartado está indicada la práctica de la meditación, entendida como aquel método psíquico-físico cuyos objetivos básicamente son, por un lado, alcanzar un estado de absoluta paz interior, y por otro lado, descubrir y desarrollar la naturaleza esencial de la mente: pura, radiante y luminosa.

 

¿Cómo aplicar estas nobles verdades en nuestro día a día?
Supongamos que sentimos alguien nos hiere, nos hace daño, nos perjudica deliberadamente, nos roba o insulta a nuestros hijos o a nuestros amigos, o está de parte de quien nos hace daño y lo apoya. O podemos recordar cualquier otro tipo de sufrimiento mental o emocional que nos provocó una sensación desagradable, insatisfactoria.
Observa la situación objetivamente, observa tu insatisfacción y podrás advertir que el sufrimiento que vives también puede afectar a cualquier persona de este mundo, sensaciones semejantes son experimentadas incluso en simultáneo en diversos y distantes puntos del globo. El sufrimiento está ahí, existe, lo vivimos en nuestra experiencia.
A continuación analiza la causa de ese sufrimiento y verás que detrás de él reside el deseo o la aversión hacia algo, está envuelto tu yo, tu ego, tu poder, tus intenciones, tus anhelos, te sientes mal porque algo que tiene que ver con tu deseo no se ha cumplido: tal vez te sientes una persona frustrada, desengañada, querrías que la situación fuese diferente, como tú la esperabas. Si te han robado algo o si has perdido algo o a alguien, sufres por causa de tu apego a ese objeto o persona, porque piensas que tu vida no puede continuar sin eso, que ya no estarás bien, que tu mundo sucumbirá, que tu relación con los demás cambiará, que ya no podrás gozar de la vida nunca más.
Para liberarte del sufrimiento, porque es posible, libérate del apego, de tu fijación por la causa. Relativiza el valor y la importancia de aquello por lo que sufres y déjalo marchar, como el viento cuando se lleva una hoja caída de la rama de un árbol: lo que perdiste, tal vez no regrese más, entonces, ¿qué sentido tiene anclarse al pasado? Si todavía lo puedes alcanzar, asegúrate de que lo necesitas realmente, de que no es un deseo superfluo, de que no te estás dejando llevar por la sensualidad, por el placer de los sentidos. Esfuérzate entonces al máximo por conseguirlo, aunque si no lo logras, trata de aceptar el hecho con resignación. Quizás puedas intentarlo en otra ocasión o contribuir para que otros lo logren. En ningún caso te enojes, y si lo haces, sé consciente del riesgo que corres y libérate de esos pensamientos nocivos, siéntate en meditación, respira profunda y calmadamente, e imagina cómo salen de ti y se van lejos, hasta desaparecer en el horizonte.

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domingo, 28 de agosto de 2011

Reflexiones de Deepak Chopra

Nota exportada de Senderos de Vida

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1. Escucha la sabiduría de tu cuerpo, que se expresa por señales de comodidad e incomodidad. Cuando elijas cierta conducta, pregunta a tu cuerpo que siente al respecto. Si tu cuerpo envía una señal de inquietud física o emocional, ten cuidado. Si tu cuerpo envía una señal de comodidad y anhelo, procede.

2. Vive en el presente, que es el único momento que tienes. Mantén tu atención en lo que existe aquí y ahora; busca la plenitud en todo momento. Acepta lo que viene a ti total y completamente para que puedas apreciarlo y aprender de ello; luego déjalo pasar. El presente es como debe ser. Refleja infinitas leyes de la Naturaleza que te han traído hasta este pensamiento exacto, esta reacción física precisa. Este momento es como es porque el Universo es como es. No luches contra el infinito esquema de las cosas; por el contrario, sé uno con él.

3. Dedica tiempo al silencio, a meditar, a acallar el diálogo interior. En momentos de silencio, cobra conciencia de que estás recontactándote con tu fuente de conciencia pura. Presta atención a tu vida interior para que puedas guiarte por tu intuición, antes que por interpretaciones impuestas desde fuera sobre lo que conviene o no te conviene.

4. Renuncia a tu necesidad de aprobación externa. Sólo tú eres el juez de tu valer; tu meta es descubrir el infinito valor de ti mismo, sin dar importancia a lo que piensen los demás. Al comprender esto se logra una gran libertad.

5. Cuando te descubras reaccionando con enojo u oposición ante cualquier persona o circunstancia, recuerda que sólo estás luchando contigo mismo. Presentar resistencia es la reacción de las defensas creadas por viejos sufrimientos. Cuando renuncies a ese enojo te curarás y cooperarás con el flujo del universo.

6. Recuerda que el mundo de allí fuera refleja tu realidad de aquí dentro. Las personas ante las cuales tu reacción es más fuerte, sea de amor u odio, son proyecciones de tu mundo interior. Lo que más odias es lo que más niegas en ti mismo. Lo que más amas es lo que más deseas dentro de ti. Usa el espejo de las relaciones para guiar tu evolución. El objetivo es un total conocimiento de uno mismo. Cuando lo consigas, lo que más desees estará automáticamente allí; lo que más te disgusta desaparecerá.

7. Libérate de la carga de los juicios. Al juzgar impones el bien y el mal a situaciones que simplemente son. Todo se puede entender y perdonar, pero cuando juzgas te apartas de la comprensión y anulas el proceso de aprender a amar. Al juzgar a otros reflejas tu falta de autoaceptación. Recuerda que cada persona a la que perdones aumenta tu amor a ti mismo.

8. No contamines tu cuerpo con toxinas, ya sea por la comida, la bebida o por emociones tóxicas. Tu cuerpo no es sólo un sistema de mantenimiento de la vida. Es el vehículo que te llevará en el viaje de tu evolución. La salud de cada célula contribuye directamente a tu estado de bienestar, porque cada célula es un punto de conciencia dentro del campo de la conciencia que eres tú.

9. Reemplaza la conducta que motiva el miedo por la conducta que motiva el amor. El miedo es un producto de la memoria, que mora en el pasado. Al recordar lo que nos hizo sufrir antes, dedicamos nuestras energías a asegurarnos de que el antiguo sufrimiento no se repita. Pero tratar de imponer el pasado al presente jamás acabará con la amenaza del sufrimiento. Eso sólo ocurre cuando encuentras la seguridad de tu propio ser, que es amor. Motivado por la verdad interior, puedes enfrentarte a cualquier amenaza, porque tu fuerza interior es invulnerable al miedo.

10. Comprende que el mundo físico es sólo el espejo de una inteligencia más profunda. La inteligencia es la organizadora invisible de toda la materia y toda la energía; como una parte de esta inteligencia reside en ti, participas del poder organizador del cosmos. Como estás inseparablemente vinculado con el todo, no puedes permitirte el contaminar el aire y el agua del planeta. Pero en un plano más profundo, no puedes permitirte el vivir con una mente tóxica, porque cada pensamiento crea una impresión en el campo total de la inteligencia. Vivir en equilibrio y pureza es el más elevado bien para ti y para la Tierra.”

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lunes, 22 de agosto de 2011

Tips de Serenidad para la Vida

Exportado de Senderos de Vida

 

* Para mantener mejores relaciones con los demás, recuerda no interrumpir a quien te habla y haz un esfuerzo por escuchar atentamente lo que te están diciendo.

* Si te dejas alterar por los demás, perderás tu sentido de la razón y la fuerza de tus argumentos; mantén el equilibrio emocional para reclamar tu derecho al respeto.

* No descalifiques a tus opositores con insultos ni ofensas, pues aunque tengas la razón serás el perdedor.

* Al despertarte por la mañana, no saltes de la cama abruptamente, hazlo con tranquilidad, cancela las prisas, pues siempre provocan desorden y confusión. La naturaleza es una gran maestra, nunca un minuto tendrá 59 ni 61 segundos, cada cosa a su tiempo y a su ritmo. Cálmate, con calma podrás encontrar más y mejores soluciones.

* Si la tristeza te invade, ¡sonríe! Si el sonreír no basta, ¡silba! Si el silbar falla, ¡canta! Busca dentro de ti los muchos motivos que tienes para ser feliz y estar agradecido, la tristeza se irá desvaneciendo como la nieve ante la caricia cálida del sol. Si estás triste, no le des más cuerda al abatimiento, levanta tu ánimo! Actúa como una persona feliz, y esta emoción se irá convirtiendo en una actitud permanente.

* Quien posee la actitud de la serenidad puede disfrutar de la vida aún en medio de las dificultades. Asume HOY una actitud serena, e intenta conservarla como parte de tu manera de ser, enriquecerás tu vida.

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viernes, 19 de agosto de 2011

Psicología Gestalt

Nota exportada de Senderos de Vida

 

“Aprender es descubrir que algo es posible” -Fritz Perls-

Hace poco, alguien cercano me dijo: ¿cómo te aplicas la Gestalt para que sea una filosofía de vida?, ¿Qué te aporta? y ¿Cómo te hace sentir?....
Pues bien, creo que nunca decidí algo así como: ahora voy a ser Gestáltica… no. Creo que la Gestalt fue calando, fue como esas personas que de repente conoces, que te atraen y que un buen día te das cuenta que forman parte de tu vida como algo muy profundo y entonces entiendes que “son regalos que la vida te aporta”, así reconozco lo gestáltico que hay en mi.

Cuando empecé a “darme cuenta” de mis partes negadas o ciegas, de las cosas que no me gustaban, de qué sentía en realidad ante hechos o personas, fue cuando entendí el significado de la Gestalt, tomé conciencia de que estaba “aprendiendo”, de que “comprendía” y que lo aprendido tomaba forma y no desaparecía de mi, se quedaba anclado dentro, en lo más profundo como una pertenencia.

Siento que la Gestalt es una filosofía de vida cuando decides que prefieres mirar que te pasa a ti cuando te surgen emociones o reacciones ante hechos ó personas, en lugar de mirar al otro, juzgarlo y culparlo de todo.
Cuando te das cuenta que actúas atendiendo a tus necesidades en lugar de satisfacer las necesidades ajenas, aunque esto te haga sentir miedo ante la posibilidad de que te rechace de la persona que amas. Y también, cuando “decides” que el dolor o la dificultad de ser auténtico/a es aún demasiado frágil de transitar, te lo respetas, decides reconocer tú dificultad y te dices en voz baja: - hoy, aquí y ahora, no quiero mostrarme tal cual soy porque aún tengo miedo de que deje de mirarme el otro. Esto es no engañarte y elegir.

La Gestalt me aporta, ante todo, calma. Es sentir que vives a través de ti en lugar de vivir a través de los demás. Es hacer y actuar desde tu necesidad, tu decisión, tu dificultad, tus sentimientos y pensamientos propios. Es aprender a respetar lo genuino de ti mismo/a,.. Quizás sientas que pierdes algo o quizás se alejen de ti, ahora que pareces otro/a, quizás incluso no te comprendan, y esto puede resultar doloroso, pero respetar tu necesidad genera mucha calma en interior.

Cuando decides, siempre hay algo que pierdes, y a mi me enriquece más no perderme a mi misma. Todos y todas necesitamos al otro/a, buscamos el amor de los demás y desde ahí actuamos, desplegando nuestras armas, nuestras máscaras, estando al servicio del otro/a haciendo o actuando desde lo que imaginamos que esperan de nosotros/as.

Poco a poco voy descubriendo que cuanto más me respeto, cuanto más me atrevo a reconocerme tal cual soy, más amor siento para mi misma y más amor soy capaz de dar al otro.
Es como ir recogiendo partes de uno/a mismo/a que han estado encerradas en un lugar remoto y tirado la llave al mar. Y reconocerme tal cual soy es dejar de pelearme con lo evidente en mí, es descubrir que la verdad está detrás de mis disfraces. Me responsabilizo, es decir, soy capaz de responder. Si no miro que hay detrás de mi disfraz, seguiré en un carnaval permanente… “para que me quieran”.

La Gestalt me hace sentir viva. Hace que poco a poco vaya sintiendo más auto apoyo, es como darse cuenta de la fuerza que hay en cada uno/a aprendiendo y reconociendo lo que sentimos, es observar cómo hacemos o actuamos, es mirar para qué hacemos o actuamos, cual es la finalidad, en lugar de preguntarnos ¿porqué?.

Querer significa desear o apetecer y sólo es posible el cambio si se desea y además apetece. La libertad pasa por sentir que eres y haces según eliges…
Y si eliges, no importa que herramienta uses, la Gestalt, el Budismo, o la filosofía que decidas, simplemente elije lo que quieras para ti, desde ahí, la paz interior está garantizada.

 

Nota escrita por: Patricia Ariete

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Importante!!

Los productos y terapias expuestas, así como las esencias vibracionales, ayudan a mejorar nuestra calidad de vida y nuestra salud, pero no son medicamentos ni tratamientos convencionales.
No intentan prescribir, diagnosticar, tratar, curar ni aliviar dolores físicos o patológicos.
Ante cualquier duda, consulte con un profesional calificado.
Con la tecnología de Blogger.

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